Es extraño que hayan pasado tantos años, casi quince, para que por fin empiece a meterse la Justicia bien a fondo en toda la corrupción que había en Marbella, algo que todo el mundo con algo de sentido común ya intuía, pero ó bien pasaba del tema ó se sentía fascinado por Jesús Gil, aquel personaje "ostentóreo", utilizando una palabra de su propio vocabulario, y por la gente que le rodeaba, incluída la inefable "jet set", la aristocracia en su peor sentido, quiero decir no la aristocracia que vive con dignidad su condición, sino la gente que satirizaba Fellini acertadamente en "La dolce vita", es decir, gente adinerada vanidosa, hortera y ególatra, cuyo afán por la riqueza y el dinero llegaba al absurdo.
Y esto ha pasado en estos años de "gilismo" en Marbella. Llegué a jurar que no pisaría la localidad andaluza mientras Jesús Gil siguiera allí como alcalde, no por tener algo en contra de los marbellíes, sino en contra de lo que él había convertido el pueblo, en su cortijo particular, con el agravante de darnos sermones continuamente a todo el mundo en los medios de comunicación, presumiendo de honrado y poniendo a su pueblo comno ejemplo de paraíso y de lugar en donde las gentes de bien podían vivir felices de verdad (como ahora quieren hacer otros demagogos, como Silvio Berlusconi en Italia ó Hugo Chavez en Venezuela). ¡Menudo "paraíso"! Nunca me creí ese rollo.
Y ahora, los habitantes de Marbella que lamentan públicamente lo que han hecho los del GIL, que no se olviden de que fueron ellos los que le eligieron hasta cuatro veces seguidas con mayoría absoluta, que ha creado un paraíso falso, que les ha engañado tanto que han acabado siendo sus marionetas (cuando él convocaba una manifestación a su favor, todo el pueblo iba a ella como autómatas, como si él fuera Dios ó Jesucristo a punto de ser crucificado).
No sigo con el tema mucho por que ya me da vergüenza ajena e incluso me revuelve el estómago. Sólo que cuando decía que nunca creía en Gil y sus engaños, algunos me llamaban tonto, por que lo veían como alguien que creían que era el único que hacía justicia de verdad y que cumplía su palabra. ¡Qué ilusos!
Espero que Dios le haya perdonado (a Jesús Gil, ya casi dos años después de su muerte) todo lo que hizo, pero espero también que la gente no vuelva a creer en alguien tan burdo como lo fue él, el paradigma de lo hortera, lo zafio y lo paleto, encima con pretensiones de "cultura".
Por supuesto no entraré en lo que hizo en el club de fútbol que presidía, el Atlético de Madrid, club entrañable y que afortunadamente ahora continúa sin él, con Enrique Cerezo, más sensato que él.
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