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Durante cuarenta minutos es una película aceptable pero fallida en la que es imposible no preguntarse a qué viene ese empeño tan artificioso por ponernos en contra de Affleck. ¿Por qué esos cambios de humor tan aleatorios? ¿Por qué esos puños en alto aquí y allá porque sí? Tras cuarenta y tantos minutos de película llega el primer giro de la trama y todo se explica. Fincher ha querido hacer del espectador la cobaya de un experimento sobre manipulación mediática que, sin embargo, no es el epicentro de la película, lo que le da un tiempo muy limitado para hacer que funcione. Esto se traduce en trucos precipitados de guion y caracterización destinados a despachar el asunto lo antes posible y aún así queriendo lograr su propósito, y no lo consigue. Este posicionamiento del espectador necesita una cocción más lenta, menos trucos baratos a la desesperada, una mayor sutileza. Pero esto se pasa hasta por alto en vista de lo que viene a partir de aquí.

Desde el momento en el que la película muestra sus cartas y Rosamund Pike se revela como una zorra manipuladora de campeonato Perdida se coniverte en un desastre total que se despeña cuesta abajo y sin frenos en el que la inverosimilitud de las situaciones, la estupidez de los personajes y la crítica mediática más barata son el plato fuerte. Más grave aún: se nos revela que SE NOS HA MENTIDO mediante flashbacks falsos, una técnica bajísima y ruin que la última vez que vi fue en San Valentín Sangriento 3D para engañarnos sobre la identidad del asesino. Incluso las normas más estrictas del lenguaje cinematográfico se pueden romper, pero hay que hacerlo muy bien. Hay que hacerlo con la complicidad total del espectador, hay que poner un precedente que de algún modo siembre leves pistas sobre lo que podría pasar; de lo contrario es un asqueroso deus ex machina, una triquiñuela despreciable por parte de un guion que ha sido incapaz de distraer la atención del espectador de la verdad. Hitchcock distraía de la verdad como el que agita unas llaves delante de un bebé, pero jamás mentía. Jamás.

Por supuesto, el núcleo de esta debacle es Amy, uno de los personajes más absurdos de la historia del cine reciente, una pécora de dibujos animados con una facilidad para tramar planes ultrametódicos de venganza y una capacidad de improvisación que dejarían lívido al mismísimo señor Lobo. Sin motivos, sin razón alguna, sin precedentes aparentes, Amy es la parodia de una caricatura de mente criminal maestra, una aspirante a psicópata que se forma ¡leyendo novelas de asesinatos! que en pantalla toma la forma de una Rosamund Pike inevitablemente histriónica, que tampoco hace gran cosa por moderar el esperpento con patas que es su rol de mujer desaparecida (esos saltitos para demostrar que está feliz de haberse salido con la suya).

Entre tanto, Affleck pasa a un plano secundario y el desarrollo de su personaje se frena en seco, reduciéndose a mero títere de la tosca denuncia de la película contra el sensacionalismo informativo, cargada de personajes comodín como la presentadora de Missi Pyle y el abogado imparable. Una denuncia que tiene mucho que aprender del episodio de los Simpson de la Venus de gominola. Por suerte está el contrapunto de la hermana, un personaje interesante, creíble y bien interpretado que ofrece posibilidades muy interesantes.

La tercera parte de la película es una agonía. No porque sea necesariamente peor aún, sino porque al menos yo no estaba seguro de seguir soportando una estupidez tras otra durante más tiempo. Por eso, comprobar que Perdida aún tenía algo más de lo que hablar fue más bien desesperante. Rosamund Pike regresa y de pronto resulta que lo que querían contarnos durante toda la película era una comedia negra sobre el matrimonio, tan sutil y elegante que alguien creyó necesario verbalizar la idea por si no nos habíamos enterado ya: "¡Todos los matrimonios son una farsa!". Me quedo con la Guerra de los Rose, gracias.

Lo inverosimil de la vuelta de tuerca de Rosamund Pike que roza lo extremadamente inverosimil, el capítulo de Los Simpson de la canguro... Todo. Lo único destacable para mi es sin duda, Carrie Coon, la mejor actriz de la peli y muy a tener en cuenta después de esta peli y de The Leftovers y una cosa graciosilla que ha sido ver a Neil Patrick Harris haciendo de un anti-Barney Stinson. Lo demas, desde la aberrante Pike, a una sosaina Kim Dickens... Todo muy discreto. Para mi de lo peor de Fincher.

En todo momento Fincher califica la película como una sátira sobre el matrimonio y un estudio sobre la imagen que proyectamos de nosotros mismos. Creo que su idea era convertir la película en una alegoría de eso mismo, proyectando una imagen que no es la real. Venderla como un thriller, darle una fotografía y un ritmo de típico thriller a lo Fincher, pero que en realidad es una sátira negrísima. La cosa es que no le ha salido del todo bien porque hay mucha gente a la que no le ha gustado la película. Yo la verdad es que me reí y disfruté mucho, aunque también iba sin ningún tipo de expectativa. Lo que sí me parece un patinazo es esa falta de sutileza en muchos momentos totalmente indigna de Fincher.