Veo en filma que varios de vosotros, innobles desgraciados, habéis visto el Lobo de Wall Street y no habéis comentado nada. Yo la vi, por fin, el sábado. Escribo hoy no tanto por prudencia como porque no he estado disponible estos días, ya que en este caso supe exactamente qué pensar de la película desde que cortó a créditos (y al título de la película que nos escamotea al principio, costumbre que últimamente se ha puesto moda y que a mí no me gusta). El Lobo de Wall Street es una película en la que Scorsese se ha confiado demasiado y se ha dejado llevar por el exceso, olvidándose que hasta el mayor de los desmadres debe ser un simulacro, un supuesto desmadre controlado con mano de hierro desde las sombras. Casino es un excelente ejemplo. El lobo de Wall Street, en cambio, es una película que parece que se lleva por delante al propio Scorsese y que, desgracia, cae en esa gigantesca en la que Tarantino ya cayó: no saber rodar una película definida por el exceso sin convertirla en una comedia. Comparemos Pulp Fiction con Bastardos y Django y los innecesarios (pero graciosos) momentos de risotada abierta de estas dos. Y Casino con El lobo de Wall Street. Casino es terriblemente divertida, pero no es una comedia, es un drama con un lado de comedia oscurísima. Un maestro como Scorsese sabe coger una película y materializar la aparente contradicción que supone llenarla de momentos terriblemente divertidos y que ésta no se convierta en una comedia.
Pero el lobo de Wall Street... Bueno, digamos que estoy muy decepcionado ahora que comprendo los verdaderos motivos de su descomunal éxito en este país. Es fácil encajarla como un American Pie desmesurado, un Project X firmado por un maestro, una comedia burra que te va a dar lefa, potas, drogas, enanos voladores, monos y tetas y que encima puedes ir a ver con la cabeza muy alta porque va a los óscar. Un lujazo, vaya. El sueño de todo soplagaitas que sólo paga un cine para hacer el cafre en la sala, y sobre todo el del cinéfilo con el palo metido en el culo que se descarga secretamente Road Trip, la ve a escondidas, se parte de risa y luego comenta que la pilló accidentalmente en la tele, vio diez minutos y que le bastaron para comprender la decadencia del cine occidental. Y no nos confundamos: el Lobo no es necesariamente mejor que Project X. Que Scorsese tenga otros intereses puestos en su película más allá de mostrar el desmadre más bestia imaginable no la hace mejor (tampoco peor, no las estoy comparando en términos de calidad). Es más: muchos de los chistes los he visto en American Pie o como mínimo es fácil contextualizarlos en American Pie. DiCaprio descubre que su mayordomo ha estado montando orgías de maricas en su salón y cuando se entera de que dos de ellos estuvieron follando en el sofá en el que él está sentado pega un respingo y se levanta asqueado. ¿Nadie más se imagina a Stifler en esa exacta situación? La sala entera se parte de risa. Pues claro, y no les culpo, aunque les odio un poco.
A Scorsese se le va la mano con la comedia burra tres, cuatro, veinte pueblos. No es que no sea graciosa, pero eso tiene consecuencias negativas. Veamos. Esta película dura tres horas. Tres horas de las que sobra mucho, muchísimo metraje, porque la trama avanza en unos pocos puntos aislados de golpe y el resto es lo que es (a diferencia de lo que ocurre en Casino, donde en cada minuto el genial guion de Scorsese y Pileggi avanza un centímetro, haciendo hasta el último rollo de sus tres horas de metraje imprescindible). El resto es exceso, burradas a cada cual mayor sin descanso, y a la hora y media ya nada sorprende y yo por lo menos me reía un poco por mantener el espíritu. Si tienes por delante tres horas de película, Martin, más te vale dosificar tus escenas pasadísimas si quieres que conserven el efecto que buscas incluso a las dos horas cincuenta de metraje. Me parece increíble que tenga que explicarte algo tan básico a ti, que eres un maestro y uno de los mejores directores del mundo.
El todo vale ése tan horrible en el que tan fácil es caer cuando tu idea es hacer una película pasada de vueltas se ceba a gusto con el Lobo. Hay un momento que simplemente no me creí que estuviera viéndolo, y los que la hayan visto ya no necesitan más que una palabra para identificarlo: Popeye.
Así que la pregunta que me planteo es, ¿es ésta la obra de un maestro? Pues sí y no. No, porque Scorsese no parece interesado en dar una forma contundente a su película tanto como en querer mostrarnos lo pasadísimos que iban los brokers de finales de los ochenta (cosa que ya sabíamos); y la poderosa influencia de Uno de los Nuestros, que se deja ver una vez más, no hace un gran favor a la película, recordándonos que tiempo atrás Martin supo aunarlo todo, incluido el exceso, en una auténtica obra maestra. Y sí, sí es la obra de un maestro, porque sólo un maestro puede firmar una película descompensada, llena de terribles defectos, poco reflexionada, autoindulgente y larguísima y aún cogerte por las solapas con su imparable carisma y no soltarte hasta que pasen las tres horas, como si este fuera el peor resultado posible cuando el director no pone todo de su parte. Bendito Martin. Un 7.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
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