Felipe Peña tenía una voz portentosa. Era grave pero no era plana, como suele ser el caso de muchas voces graves. Sus interpretaciones no parecían basarse en este hecho. El gran Felipe Peña, iba más allá, sentía lo que decía, lo transmitía tan bien que el espectador siempre acaba sintiendo un cariño especial por los personajes que él doblaba. Digo bien personajes, porque Peña fue uno de los mejores intérpretes a la hora de insuflar vida a actores que a veces eran geniales pero otras no lo eran tanto.
Como secundario era un lujo tenerle en el reparto, en aquellos tiempos en que él, Rafael Luis Calvo o Joaquín Díaz, protagonistas de lujo, también se ponían las pilas a la hora de doblar secundarios.
Pero aunque en sus primeros años ( tal vez por su voz, que por grave le hizo prematuramente mayor) tuvo que oir de labios de algún incompetente en Madrid que se olvidara del doblaje, que no valía, él, como los grandes, hizo oídos sordos y convencido de su innegable talento se volvió a Barcelona y en Voz de España encontró su puesto. Puesto que hoy en día todos agradecemos que encontrara.
Qué difícil es imaginarnos a John Wayne sin su voz!!! Y lo hemos oído muchas veces sin ella pero siempre nos faltaba algo, era como si a nuestro padre le hubieran cambiado la voz. Otros grandes genios le doblaron como Rafael Luis Calvo y con gran acierto, nadie lo niega pero Felipe Peña, le doblaba de una manera muy especial.
Para empezar y aunque la propia voz original de Wayne se asemejase más a la de Calvo, Peña era la voz que uno se esperaba de un tipo grande y fuerte como Wayne.
Con Peña, Wayne era duro pero también sensible, paternalista cuando hacía falta, en pocas palabras una persona íntegra, de los pies a la cabeza.
Sus memorables doblajes abarcan desde Río Rojo (1948) hasta El rifle y la biblia (1975) pasando por Río Bravo, El hombre que mató a Liberty Valance, el primer doblaje de Hatari y de La taberna de el irlandés, La conquista del Oeste, Asalto al carro blindado, Eldorado, Río Lobo, Los indestructibles, El gran Jake y alguna más.
Pocos se emborracharon tan bien como él, véase la escena de El hombre que mató a Liberty Valance en que entra al bar después de haber matado a Valance. Pero no sólo se \"emborrachó\" con Wayne, también con Joseph Cotten resultó sublime en El último atardecer. Daba auténtica lástima pidiendo clemencia \"por favor, soy un herido de guerra, no me hagan bajarme los pantalones\". Tal vez por ser su voz tan grave y tan poderosa, resultaba aún más desgarrador ver a sus personajes al límite, humillados, semi-derrotados.
Su carácter vulnerable estaba casi siempre ahí. Como muestra, en Eldorado cuando lleva el cuerpo del hijo de Kevin McDonald a su padre y después de recibir el agradecimiento de éste, le dice \"Eso no les consolará\", con una tristeza que nos llega hondo.
(sigue....)
_________________ montalvo
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