Atentos a lo que me ha pasado hoy. Esta vez me apetece recrearme en la narración con oropelada retórica.
Cojo un tren ida y vuelta cada dos fines de semanas para volver a ese desangelado páramo que es el Puerto. La obligación familiar es ineludible, tristemente. En estos siete años que llevo haciéndolo he visto cómo la curva en los precios de los billetes ha ascendido vertiginosamente, pasando de cinco euros la ida (sin añadir descuentos de ningún tipo) a trece cincuenta en este tiempo. Mi humilde descuento de familia numerosa general no sirve más que para ahorrar un par de euros; aunque si inflase un poco mi número de hermanos hasta convertir a mi familia en Numerosa Especial y añadiese además un inexistente descuento por poseedor del Carnet Joven, la cosa baja hasta 5'20. Y ya hace tiempo que observé que los revisores no suelen pedir los carnets para comprobar el derecho a descuento, de modo que cada viaje es, desde entonces, un poco emocionante. Comprar el billete por internet, sin molestos y picajosos humanos de por medio, elimina las barreras entre el consumidor y la (llamémosla eufemísticamente) justicia urbana. La única vez que me pidieron la documentación descubrí que bastaba con decir "un momento, la tengo en la maleta" y hacer ademán de levantarte para iniciar una engorrosa búsqueda sobre tu cabeza para que el revisor dijera "bueno, no se preocupe si la tiene ahí, la próxima vez téngala más a mano". Charada apuntada para el futuro.
Pero hoy ha sido distinto. Desde que vi la cara del revisor mientras se acercaba por el pasillo intuí que ese día iba a tener que volver a poner en práctica la farsa. Efectivamente, pica el billete y me pide muy serio la documentación. Le miro y digo "oh, sí, desde luego, la tengo en la maleta", mientras con mi lenguaje corporal trato de dar a entender lo complicada y molesta que sería una búsqueda como ésa para ambos. Pero no dice nada. Sólo me mira y asiente, como diciendo "adelante". Bien, asumo que tengo un problema mientras finjo buscar torpemente en el interior de la maleta una cartera que en realidad tengo en mi bolsillo. Defcon 1, así que no me queda más remedio que echar mano de la solución de emergencia. Fingiendo una muy convincente perturbación, musito que me he dejado la cartera en Sevilla, tratando de que en mi rostro se advierta que el tema del billete y la acreditación es el menor de mis problemas. El revisor no parece entender lo que esto supone, o lo entiende y sencillamente tiene el corazón de piedra. Me dice que igualmente necesita la acreditación, y yo me muestro sumamente colaborativo al explicarle que me he dejado la cartera e interesarme por el pago que le debo, fingiendo recordar que tengo efectivo en la mochila. Treinta y cinco euros, dice. Y yo, atrapado en la farsa, respondo "no tengo tanto dinero". Entonces él me suelta una incomprensible retahíla sobre llegar hasta Jerez, algo de una denuncia una vez allí, no sé qué un registro y otra vez, EL PAGO. Me dice que espere allí. Se marcha para proseguir inexorablemente su ronda.
Quedan dos paradas para Jerez, y me pregunto si el malvado revisor se habrá puesto en contacto con la estación de Jerez para que preparen matones a sueldo y subirlos al tren. El tren para en Lebrija y me pregunto si no debería bajarme y huir... Pero Lebrija está en medio de ninguna parte. O quizá merezca la pena. El tren se pone en marcha de nuevo antes de que pueda decidir nada, y veo escapar mi ¿última? oportunidad. El tren se acerca a Jerez. Veo al revisor asomarse y mirar hacia donde estoy antes de volver a irse. Sí, sigo aquí, qué se creía usted. El aviso por megafonía: "próxima parada, Jerez". Tomo una decisión. Me levanto, cojo mis cosas, me pongo el abrigo para confundir al revisor y camino hasta el otro extremo del tren. Juro que nunca, nunca, se me había hecho tan largo el lapso que va desde el anuncio por megafonía hasta que el tren se detiene. No miro atrás en el pasillo. Me bajo entre la multitud y miro hacia el tren. El revisor se ha bajado y está buscando entre la multitud. Y como en Psicosis, me imagino que todo el mundo me está mirando con cara de sospecha. Hasta donde está el revisor llega un misterioso hombre enchaquetado. Se dicen algo y miran hacia la gente que sigue bajando del tren. Me buscan. El andén es al aire libre, así que sólo tengo que caminar hasta la estación para perderle de vista. Trayecto de apenas quince metros, pero que a mí se me hace eterno. Voy solo, la multitud se ha separado de mí. Estoy cerca de la puerta, esperando a oir un EH, USTED, a mi espalda. Pero no. Nadie me pone una mano en el hombro, nadie me detiene, nadie se tira sobre mí como en el Expreso de Medianoche. Entro en la estación y salgo por el otro lado, en la calle, a salvo.
Huyo de allí y me pregunto si me conviene subirme a un cercanías en diez minutos y bajarme en el Puerto... Mala idea. Eso es lo que ESPERAN que haga. Probablemente toda la Policía Nacional estará allí apuntando hacia el tren y esperando a que baje algún viajero que responda a mi descripción. De modo que llamo por teléfono a mi hermano y le digo que me recoja en la estación... de Jerez. La Policía Nacional puede que espere en la estación todo el día, pero no más allá.
Mientras espero a mi hermano hago dos cosas. La primera, asomarme a la estación. Quizá esté loco, pero me parece que el media distancia sigue ahí estacionado. Un par de seguratas armados con porras hablan. ¿Estarán buscándome? Me alejo. La segunda cosa que hago es plantearme si Renfe podría fichar la tarjeta de crédito con la que pagué el billete, así que llamo a mi banco y les pido que cancelen mi tarjeta y me manden una nueva. Ehem, realmente esto era algo que tenía que hacer desde hace tiempo, porque la banda magnética se había estropeado y no podía sacar pasta en cajeros con ella, pero lo vi como la ocasión más conveniente para hacerlo. Y una vez hecho esto, supe que era libre e inocente.
Pd.: Antes de que nadie diga nada, sé que es irónico tomarme tantas molestias en borrar las pruebas del delito para luego comentarlo alegremente en un foro público, así que parafraseando al actor secundario Bob, ahorrároslo.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
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