Es un poco raro comentar justo ahora cuando queda sólo un episodio por emitir en 2014 (gracias, Weiner), pero el capítulo de Mad Men de anoche no sólo me pareció maravilloso, sino que devolvió a la serie la integridad que de algún modo muyyyy relativo se perdió cuando, al comenzar esta temporada, aquella maravillosa locura rupturista que fue el episodio de IT'S MY JOB! se estableció algo así como norma. No hasta esos extremos, claro, pero en seis capítulos rara vez se ha pasado por alto la oportunidad de colar una morcilla, una pista conspiranoica o un momento de puro shock, de un modo que cada episodio se podría titular a lo Friends: el del pezón, el del trío, el de Don liándola parda borracho. A la larga es molesto. ¿Dónde está la sobriedad que tan grande hizo a Mad Men? Cuando Weiner y su equipo se atrevieron a empezar a incluir aquí y allá pinceladas destinadas a qubrantar esa imagen tan seria, Mad Men sólo se hizo aún más grande. Pero lo que una vez fueron pinceladas aisladas se han convertido, quizá como consencuencia del talante caótico que la sexta temporada tuvo a bien a reflejar a partir de los acontecimientos históricos de 1968, es el pan de cada día. Y por un momento esta serie empezaba a parecer como si estuviese tratando de complacer a los comedoritos que no entienden la broma metatextual que supone alimentar teorías locas precisamente en Mad Men y que aplauden con las orejas cuando hay ruido y sangre y no precisamente en dosis aisladas deliberadamente fuera de lugar. La semana pasada me divertí, pero no demasiado. Estaba empezando a estar harto de tanta chorrada vistosa a un ritmo semanal, y las consecuencias de la irrupción del ordenador IBM (un uso ejemplar de la alegoría ominosa, por cierto) se habían pasado de locas.
Anoche hubo diálogo, hubo estrategia, hubo personajes jodidos y hubo mucha reflexión. Por primera vez, creo, los personajes cayeron en la nostalgia por los tiempos pasados, e incluso planteaban si esa nostalgia no estaba en cierto modo infundada por falsos recuerdos y pensamientos idealizados, en una escena maravillosa entre Don y Peggy que incluyo desde ya entre mis momentos favoritos de toda la serie. Eran personajes de 1969 rumiando acerca de la validez de su nostalgia por 1955, un concepto maravilloso de por sí por su carácter relativo, pero ¿podría ser más contemporáneo el discurso? ¿Podría ser más pertinente en pleno 2014? Anoche Mad Men volvió a ser grande, grandísima. Y ahora, cuando deberían quedar siete episodios, queda uno.
FUCK YOU WEINER.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
|