Tarantino ha tropezado. The Hateful 8 es una película muy, muy larga que tarda una cantidad absurda de tiempo en mostrar sus cartas y que desgraciadamente cuenta con unos diálogos menos inspirados que de costumbre para dar color a la espera. Y cuando todo comienza a tomar forma (la de una novela de Agatha Christie con un insospechado Poirot), descubro que todo está demasiado a medio gas como para atrapar mi interés incondicional. ¿Personajes? Salvo la prisionera de Jennifer Jason Leigh no hay uno solo genialmente trazado. ¿Guion? Lastrado en ritmo y suspense por, entre otras cosas, una división por capítulos muy descompensada y unos saltos temporales que llegan demasiado tarde para sentirlos como acorde a las reglas de la película. ¿Puesta en escena? Desconcertantemente plana, al menos relativamente hablando. Puedo entender que Tarantino juegue a subvertir expectativas resucitando el formato más ancho y gigantesco que ha conocido el cine para rodar justamente una película que transcurre en un escenario reducido con un número muy limitado de personajes, pero no sé si es un juego que funciona. Su dirección es eficaz y elegante, pero resulta que Tarantino no es capaz de manejar todas las posibilidades que le ofrece el formato, o al menos ésa es la impresión que me dio. ¿Actores? Un placer disfrutar de su juego, por supuesto, aunque no todo son alegrías. No sé qué ha visto exactamente Tarantino en Walton Goggins, pero al pobre el papel, uno de los más importantes, le viene muy grande. Dios habría querido a Buscemi en ese rol.
Una sensación de dejá vu también se adueña de las tres malditas horas de película. Puedes ver a QT volviendo ¿inseguro? la mirada a toda su filmografia anterior. El caso más obvio es Reservoir Dogs, pero también tenemos los saltos temporales de Pulp Fiction, la división efectista en episodios de Kill Bill y la carga racial de Django. La conexión con Jackie Brown es más interesante. Resulta que, contra todo pronóstico, estamos ante la película más formalmente sobria de Tarantino desde la del 97. Las canciones son pocas y no buscan el anacronismo chocante del Tarantino reciente, la cámara se mantiene elegante y cauta, como si le pudiese el respeto al formato grandioso, y, como en Jackie Brown, apenas tenemos algún momento a lo Rashomon cubriendo la cuota de deconstrucción temporal.
También hay, glup, una conexión Death Proof, en forma de cierta cara familiar del universo Tarantino que se vuelve a traer de casa su actitud happyflower chiripitifáutica insoportable. Esta tía, ya sabéis quién es, es realmente una especie de amuleto de la mala suerte. Pero si sólo fuera eso. A ver, creo que a estas alturas de la vida Tarantino ha demostrado ser un autor superdotado para el uso del diálogos en todas sus funciones, ya sea para hacer fascinante la más pueril de las situaciones (Pulp Fiction), para regular el suspense (Bastardos) o para definir la psicología de sus personajes (Django o Jackie Brown). Si bien esta vez Tarantino no consigue nada de esto, y si bien en términos generales no puede decirse nada muy duro (son charlas escritas con soltura y cierta gracia), les falta mucho para ser geniales. Y sí, hay una escena en particular (la de Aquella Que Trae Todas Las Desgracias Consigo) en la que los intercambios son tan irritantes como los de Death Proof.
Lo más desconcertante de todo es cómo, por primera vez, la violencia pasada de vueltas marca de fábrica de QT se siente artificial e integrada en la trama con más bien poca naturalidad. El Tarantino bombástico y más grande que la vida que conocimos a partir de Malditos Bastardos ha ido escalando posiciones en su ambición (qué mejor símbolo que esas cámaras panavisión rescatadas para la ocasión) y parece haberse colapsado como una supernova y, por primera vez desde hace tiempo, se echan de menos los tiempos más sencillos de Reservoir Dogs.
Esto es una versión muyyyyy resumida y horrorosamente escrita de parrafadas que se agolpan en mi cerebro. Tengo muchísimo que decir de The Hateful Eight, pero no me veo capaz de articularlo en un todo coherente, así que me quedo estos aspectos esenciales. No es, ni mucho menos, una mala película. Pero es, desde luego, inferior a todo lo que ha hecho Tarantino antes. Salvo Death Proof, claro, pero sigue siendo triste.
_________________ Miguel RosellóSi te interesa remotamente leerme hablar de canciones Disney, ésta es la cuenta de instagram a seguir.
|